Cuando Time Warp regresó a Madrid para eclipsar su propia historia
Todavía sentimos el eco de los bajos retumbando en el pecho cuando recordamos lo que vivimos los días 10 y 11 de octubre de 2025 en el Recinto Ferial de IFEMA. Desde que cruzamos las puertas, supimos que no era una edición más: Time Warp volvía a Madrid con la ambición de superarse, y aquella energía se notaba en el ambiente, en las miradas, en la vibración del suelo bajo nuestros pies.
Las dos jornadas comenzaron cargadas de expectación. Recorrer los pabellones 5 y 7 —convertidos en templos paralelos del techno— fue como adentrarse en universos distintos, conectados por un mismo pulso. Cada sala ofrecía su propio carácter, su propio viaje, y nos movíamos entre ellas dejándonos llevar por la curiosidad y el ritmo.
El viernes arrancó con potencia. En el Pabellón 5, Patrick Mason, Deborah de Luca y Funk Tribu marcaron la pauta, mientras nombres como Ki/ki y la madrileña Luxi Villar demostraban que el talento emergente puede convivir con los grandes nombres sin perder fuerza. En paralelo, el Pabellón 7 nos ofrecía momentos memorables: el back to back de Blond:ish y Franky Rizardo, y ese duelo de titanes entre Jamie Jones y Joseph Capriati que nos tuvo saltando sin descanso hasta el final. Aquella primera noche fue una declaración: el festival no solo había vuelto, había crecido.
El sábado fue aún más intenso. En el Pabellón 5 vivimos uno de los momentos más esperados: el directo de Richie Hawtin: DEX EFX X0X, una experiencia hipnótica que nos atrapó a todos en el cierre. El sonido, la puesta en escena, la precisión… todo formaba parte de una especie de ritual colectivo. Antes llegaron los back to back de Klangkuenstler con future.666 y el duelo de Héctor Oaks y Daria Kolosova, pura electricidad. Ogazón y Zarco completaron el cartel con sesiones elegantes, de esas que te envuelven sin que te des cuenta.
Mientras tanto, en el Pabellón 7, la fuerza era descomunal. Charlotte de Witte nos llevó al límite con una sesión impecable, Enrico Sangiuliano, Clara Cuvé y Karretero mantuvieron la energía en un punto álgido hasta el final y 99999999 nos hizo vibrar con un techno crudo y sin concesiones. Entre ambas salas, nos movíamos como si formáramos parte de una misma corriente, sin pensar en el cansancio, solo en el siguiente drop, en la próxima subida.
Lo más memorable no fueron solo los nombres ni las luces, sino esa conexión entre todos nosotros. Las miradas, los gestos, los brazos alzados cuando la música alcanzaba su punto más alto. En esos instantes entendimos por qué seguimos viniendo año tras año: porque Time Warp no es un simple festival, es una experiencia compartida, un territorio emocional donde el tiempo deja de existir.
Cuando las luces del IFEMA se encendieron al amanecer del domingo, nos invadió esa mezcla de agotamiento y plenitud que solo dejan las noches épicas. Sabíamos que habíamos vivido algo grande. Time Warp volvió a Madrid para superarse, y lo consiguió: por la música, por la producción impecable, pero sobre todo, por lo que nos hizo sentir.
Salimos con una sonrisa y la certeza de que, una vez más, el techno nos había unido. Y que lo mejor de todo es que aún queda camino por recorrer juntos.
